La lactancia es una etapa de vital importancia para la mujer, pues durante ella se conecta a su hijo a través de un vínculo muy especial y emotivo. Sin embargo, en ese momento puede ser necesario tener que recurrir a algún tipo de intervención o análisis para la que se requiera de cirugía.
Si echamos la vista atrás, cuando una mujer se sometía al parto, el proceso de recuperación se complicaba y podía llegar a suponer importantes molestias meses después. Esto provocaba la demora de cualquier cirugía hasta el punto de retardar el diagnóstico de una enfermedad importante.
Ahora bien, la cirugía laparoscópica surge como respuesta a este tipo de situaciones en las que la cirugía convencional no tiene cabida.
Con la laparoscopia, no tiene importancia si la mujer se encuentra en fase de lactancia y debe someterse a la intervención. Y es que, al minimizar el impacto invasivo del procedimiento, el postoperatorio se facilita notablemente y minimiza el impacto o las secuelas posteriores.
El mínimo problema que puede existir es el hecho de tener que adecuar los horarios de lactancia con los de la intervención, al margen de ello no hay mayor inconveniente.
De este modo, con la cirugía laparoscópica se ha conseguido hacer frente a uno de los mayores problemas que existían entre las mujeres que tenían que intervenirse y no podían hacerlo por no estar recuperadas al 100% después del parto.